martes, 22 de noviembre de 2011

Demasiado Silencio


En un silencio absoluto, con una inconmensurable cifra de tumbas rodeándonos, nos encontramos charlando con un ordinario sepulturero, un lacayo del sistema dominante. Sus breves y oxidadas respuestas reflejan de manera compendia cuanto ignora y que no desconoce. Es evidente que este individuo conoce una canción del panteón, de las criptas y del viento; esto es así porque ha invertido no más de 6 años en este lugar.
¿Cuánto tiempo hace que es usted encargado del panteón?
Sepulturero: Pos ora, la verdad, seis años.
Cuando usted aceptó este trabajo, ¿le dieron casa también aquí mismo? ¿Vive aquí en el cementerio?
Sepulturero: Sí, tengo mi casa
¿Con quién comparte esa casa?
Sepulturero: Esa casa era de mi jefe, y él falleció, y yo me quedé con la casa.
Quiero decir, ¿con quién vive ahí?
Sepulturero: Yo solo, nomás mi familia.
¿Cuántos miembros tiene su familia?
Sepulturero: No, pues nomás esos 2 hijos que tengo, mi esposa y nomás.
Sus inconclusas contestaciones son el retrato de su efímeramente relevante vida; sus objeciones son planas como los logros de su vida, planas como la deplorable situación de proletariado mexicano.

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